domingo, 13 de diciembre de 2009

Ilusión


Sacar la caja del armario empotrado.
Abrirla con los ojos iluminados por la expectación.
Ir a la montaña a por musgo.
Montar una gran tabla en el comedor y forrarla con papeles de estrellas y palmeritas.
Ir sacando las figuritas una a una y empezar a jugar con ellas mientras mi madre
intentaba poner orden para dar un sentido a las escenas belenísticas.
Sacar las lucecitas de colores y el espumillón.
Empezar a adornar el pino que habíamos cortado en la montaña.
Abrir la primera caja de polvorones de la Navidad y buscar rápidamente el alfajor.
Y el momento mágico: colgar los Muñecolates del árbol. Tres. Tres Reyes Magos
de chocolate. Uno para cada uno de mis hermanos y para mí, y que estaban
colgados del árbol durante toda la Navidad hasta que el Día de Reyes, mi Madre nos dejaba comérnoslos. Me encantaba mirarlos en el árbol e imaginar el momento en que pudiera
descolgarlos y sacar el papel brillante y aromático y morderlo hasta que crujía y se deshacía
en mi boca... Hummmmmmmm!!!
La Navidad que queda en mí es esa, la Navidad de mis ojos infantiles, de mi ilusión y mi capacidad de sorpresa y del calor de mi casa y de las lucecitas de colores que me llevaban a rematarla sumida en el maravilloso aroma y sabor del chocolate.
¿Se puede pedir más?

¡Feliz Navidad a todos, amigos!