sábado, 20 de febrero de 2010

Explosión de color y vida


Ayer estuve en el Mercado Central de Valencia, después de meses de no pasarme por allí. Es toda una experiencia. Yo soy la primera que estoy abonada a los supermecados de mi barrio y a las grandes superficies, pero cuando se trata de comprar para vivir lo que se compra, no hay nada como un mercado central.
El color lo envuelve todo, los aromas, el ruido de las voces , las conversaciones, los gritos de los tenderos para hacerse entender y mostrar su género, los sabores transformados en espectáculo,... Y es que, cuando se compra en un mercado, la comida que nos va a alimentar se convierte en una experiencia desde el primer momento: decidir la receta, seleccionar los ingredientes, buscar aquellos más frescos y apetecibles, transportarlos con esmero hasta llegar al mágico laboratorio de nuestra cocina. Y recrearse. Recrearse en todo lo que nos rodea. La vida lo inunda todo, en el mercado y sus alrededores, la gente va y viene, charla, escoge, paga, busca, descubre, prueba,... Es un placer para los sentidos y es algo que nunca podrá sustituir la comodidad de las bandejas preparadas en los grandes frigoríficos. Es un lujo poder decir: - No me pongas esa,... ¡ponme aquella!
Espero que los que no lo conozcáis os animéis a descubrirlo, y que todos podamos seguir disfrutándolo mucho tiempo aún.